martes, 20 de septiembre de 2011

El fantasma del Convento de Santo Domingo

“El fantasma existe, me lo temo –dijo lord 
Canterville, sonriendo”
Oscar Wilde, El fantasma de Canterville.

Allá por el 2004, Amaia y yo escribimos un pequeño artículito en Akobe, una revista centrada en temas de restauración y patrimonio histórico-artístico Alavés, que tenía como protagonista el desaparecido Convento de Santo Domingo de Vitoria. Recuerdo con cariño los días empleados en realizarlo.

Iglesia del Convento de Santo Domingo de Vitoria, poco antes de su derribo.

Cuando uno profundiza en las entrañas de un lugar con tanta historia y de final tan desolador, empatiza  hasta tal punto, que no puede evitar personificarlo; de ahí la idea del fantasma para el título. El fantasma no es ninguno de sus antiguos moradores, es el propio edificio, cuyo aura aún se intuye en los alrededores del Centro Cívico Aldave. 


A continuación sólo reproduzco las primeras líneas del artículo, pero si queréis podéis acceder al pdf completo pinchando aquí. La cosa empieza así:

"Un Centro Cívico, un solicitado aparcamiento y una concurrida placita, ocupan – a buen seguro cumpliendo con dignidad el servicio para el que fueron diseñados- el espacio donde una vez se ubicó uno de los edificios más insignes de Vitoria, el Convento de Santo Domingo. Despareció éste con la decisión de su derribo, el cual tuvo lugar a principios del siglo XX. Una definitiva condena al olvido, después de siete siglos de historia. 

De todos es sabido que la memoria de una ciudad moderna es corta, incapaz de concebir realidades que no puede ver, tocar o experimentar en directo. La ciudad olvida negligentemente todos aquellos elementos que fueron parte de su propio cuerpo urbano aunque sean imprescindibles para comprender su personalidad hoy día, sobre todo cuando éstos ya no se hacen notar erguidos dominando una plaza o jalonando el recorrido de una calle. Quizá inevitable, quizá necesario, o quizá trágico: éste fue el destino del viejo Santo Domingo. 

Sin embargo, el Convento sigue ahí, aunque no se pueda ver –o mejor dicho, aunque muchos no sean capaces de percibir su presencia. Con las dudosas líneas y el puñado de imágenes que aquí presentamos, trataremos de reivindicar la memoria de uno de aquellos que ahora forman parte del que bautizaremos como patrimonio espectral, es decir, el patrimonio arquitectónico desaparecido, aquel que ha perdido su cuerpo físico pero a pesar de ello perdura, inmanente, impreso en el tejido urbano". Acceder al resto del PDF

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